jueves, 22 de marzo de 2012

Felicidad y gobierno


Se está celebrando en Cádiz el Bicentenario de la Constitución de 1812, llamada la Pepa. El artículo 13 de la citada Carta Magna estipulaba: «El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen», es sorprendente, después de 200 años, el cambio de los neoliberales en su concepción y en los objetivos del gobierno, según estos, actualmente el objeto del Gobierno es el control del déficit. Parece que la inocencia de la primera Constitución de incluir un concepto, tan abstracto, pero a la vez tan deseado, por todas las personas como la felicidad, haya dado paso a un concepto tan concreto, contante y sonante como el control del déficit. El modificado del artículo 135 de nuestra actual Constitución va en esa línea, poner antes que nada el control y el pago de la deuda, que el «bienestar» de la sociedad. Como se suele decir, lo primero es antes. Lo primero son las personas y sus problemas: el paro, la falta de viviendas, la salud, la educación, etc. Pero, las políticas que se están aplicando en nuestro país, van en el camino del control del déficit en las administraciones públicas y en la reforma laboral.

La crisis provocada por el poder financiero y los poderes fácticos que controlan los mercados, la están pagando los mismos de siempre: los trabajadores y lo público.

La mayor deuda acumulada durante estos últimos años ha sido la privada, incitada y provocada por la Banca, pero en vez reformar el sistema financiero se le subvenciona, se le avala y se le ayuda con miles de millones de euros. Sin embargo, se realiza las modificaciones legales para que las administraciones públicas realicen un control férreo de sus gastos, que ya está provocando recortes en inversiones y en servicios básicos para la mayoría de las personas, provocando las cifras escandalosas de desempleo que estamos soportando. El problema del déficit público no es del gasto público sino de la falta de ingresos. Si no se realiza una reforma fiscal justa y progresiva, donde el que más tiene más pague, no podremos salir de esta situación. Adelgazar lo público está de moda actualmente, por eso esa obsesión enfermiza por la estabilidad presupuestaria y el cambio de prioridades en el pago de las administraciones. Si hasta ahora, por ejemplo en los Ayuntamientos, la prelación de pago en el Plan de disposición de fondos, según la Ley de Haciendas Locales, correspondía preferentemente los gastos de personal y los compromisos de pagos de ejercicios anteriores. Con el modificado de la Constitución esto cambia completamente, así en el anteproyecto de Ley Orgánica de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera, se recoge explícitamente: «El pago de los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones Públicas gozará de prioridad absoluta frente a cualquier gasto». Se antepone los intereses económicos de la banca a las personas y sus necesidades.

Al parecer, irónicamente, esta Ley se va a debatir en el congreso de los diputados el mismo día 29 de marzo, coincidiendo con la convocatoria sindical de Huelga General. Es paradójico, que los poderes fácticos y los grupos políticos que siguen sus criterios, como no pueden devaluar la moneda única, el euro, quieran ganar competitividad rebajando los salarios y abaratando los despidos de los trabajadores. Es la Europa del capital frente a la Europa de los ciudadanos.

En nuestro país el bipartidismo reinante (PP-PSOE) ha defendido este especie de régimen, que nos ha llevado a esta situación de crisis económica profunda del sistema capitalista. Es importante que todas las personas y organizaciones políticas y sociales que apuesten por otras alternativas a este sistema encuentren lugares de encuentro para el debate y la elaboración de propuestas alternativas. Mientras tanto IU se ofrece en Andalucía para romper la dinámica bipartidista y neoliberal que nos inunda.

Para terminar, creo que la intervención del Estado debe tener como objetivo posibilitar que la gente sea más feliz fomentando los factores que influyen positivamente en los niveles de felicidad y tratando de aminorar o evitar totalmente los factores que influyen negativamente en las mismas. Según expertos, los factores que más cuentan en los niveles de bienestar subjetivos son: El empleo, su calidad y las circunstancias en que se realiza el trabajo. La salud y la educación, así como las relaciones sociales y una vida familiar armoniosa. La economía debe estar al servicio de las personas y no al revés.

Como diría José Martí: «Ayudar al que lo necesita no solo es parte del deber, sino de la felicidad».

Antonio Roldán Muñoz
Alcalde de Conil
Articulo publicado en la Voz el 22 de Marzo del 2012

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